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> 26 de diciembre de 2006

Lo + de 2006: Los girasoles ciegos

Este año, tengo que reconocerlo, he tenido suerte con los libros que llegaron a mis manos. Todos me han aportado agradable compañía durante horas y algunos nuevos puntos de vista sobre cosas que creía conocer.

Robándole tiempo al monstruo en el que se está convirtiendo mi tesis, me acerqué, durante mi estancia en el país luso, a la poesía portuguesa leyendo antologías de Sophia de Mello Breyner, del obligado Fernando Pessoa, y de Eugénio de Andrade. Los libros Los detectives Salvajes y 2666 de Roberto Bolaño me inquietaron: novelas provocadoras, contestatarias, mezcolanzas de literatura policíaca, histórica, poética. Libros dentro de libros... como el Babel de Borges o las mil interpretaciones que encierra Rayuela.

Para dejar mi mente en blanco leí, he de reconocer que intensamente, la saga de Harry Potter en inglés, y para justificarme dije a diestro y siniestro que recurría a la literatura infantil en inglés para mejorar el idioma, pero he de reconocer, a espaldas de mí misma, que estoy deseando que llegue el último libro de la saga. Seguí con la literatura infantil-juvenil leyéndome tres o cuatro de la serie de Mundodisco y un par de libros de molde Tolkien (lo siento, incluso la Dragonlance me parece una burda copia) escrito por una española: Memorias de Idhún.

Un buen amigo me hizo un regalo de los que no se pueden agradecer lo suficiente: puso entre mis manos City de Baricco. Este hombre ya me había tocado hondo con Seda y Océano Mar, pero es altamente recomendable sumergirse dentro de este nuevo océano que nos abre. La experiencia de transitar por la ciudad creada por este hombre, por las callejuelas de las experiencias que nos muestra, reconocerse delante del espejo que construye con palabras... después de esta novela me ocurre como con Cien años de soledad, tengo miedo de leer otro libro de Baricco no vaya a ser que me decepcione.

Altamente recomendables también son los cuadernillos azules del último Príncipe de Asturias, Paul Auster. Me gustó La noche del oráculo, metaliteratura de la desesperación del escritor que no escribe y encuentra en uno de estos cuadernos la inspiración que después de una larga enfermedad, necesitaba.

También hubo tiempo en este año para la literatura divulgativa, con la que me llevé gratas sorpresas: El Enigma de Fermat es un libro de matemáticas escrito por un periodista, lo que hace que sea mucho más ameno que otros (altamente recomendable, aunqe no me lo leí este año un ensayo sobre la teoría del Caos premiado por Espasa en el 99 de Escohotado Caos y Orden). La decepción llegó con el libro de nuestro pensador y director de redes, Eduardo Punset, en el libro el viaje a la felicidad, el libro no fluye entre tus manos, la prosa no te va llevando, como debería ser en un libro divulgativo (o en un artículo científico) le falta fuerza y llega a conclusiones excesivamente obvias... Gracias a los hados ahí estaba el escéptico de Bertrand Russell para salvar mi fe en los ensayistas con su Sociedad Humana, Ética y Política.

He disfrutado mucho con todos estos libros. Con algunos lloré y me hicieron pensar, otros ni siquiera quiero recordar que intenté leerlos (quizá fue el momento personal pero se me revolvió el alma al intentar leer una novela de Elfriede Jelinek, premio Nobel. Del mismo estilo conseguí terminarme Entre sus manos y Los cien golpes, pero he concluido que la literatura erótica-masoquista no me va. Soy ñoña, qué se le va a hacer...). Otros libros muy buenos que me acompañaron las noches solitarias en el terrible, gris y frío (sobre todo frío) Lagonés fueron Una princesa en Berlín, Pregúntale al polvo, Carta de una desconocida, el Padrino.



Me olvido de muchos de los libros que leí este año (sí, me aburro mucho de noche, la tele no acompaña y no hay mejor compañía que un buen libro por las noches, debajo de miles de mantas :-) ) y para este Lo + de 2006 tenía que elegir uno.
Mi elección, Los girasoles ciegos, es un libro de relatos, cuatro en total, escritos con una maestría que prácticamente obligaba a releer alguna de sus hojas, haciéndole un homenaje al autor, por su originalidad, por el cambio de registro de un relato a otro dependiendo del narrador, la naturalidad con la que se desarrollan las historias. Te lleva en un río manso de palabras a través de las historias de los perdedores y sus fracasos, en algún caso conscientemente elegidos, de la guerra civil. El autor, Alberto Méndez, pretendía recoger en estas historias aquellas que susurradas al oído, como un ronroneo, se fueron contando de padres a hijos y, mezclando realidad con aportaciones propias, hacer así un homenaje a los caídos en la guerra civil. Pero es que no sólo se queda ahí. En este libro no hay vencedores ni vencidos, no hay una ideología que separe a los malos de los buenos, todos igualmente derrotados por una guerra y una posguerra, olvidados. Sin caer en sensiblerías, rezuma sensibilidad.
Este libro, sin duda, marca.

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1 Comentarios:

  • En fecha 27/12/06 14:43, Blogger Roi comentó…

    Te entiendo con Jelinek, cuando la lees tiene como un aire irrespirable. El aire viene de otro escritor(Thomas Bernhard)que aunque no trate el masoquismo, crea el mismo aire.

     

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