Equipaje de mano, libertad y seguridad

Todos los que hayáis viajado en avión en los últimos 7 años (desde el 11-S, principalmente) estaréis más o menos tan hartos como yo de la misteriosa norma sobre los objetos que se pueden subir al avión como equipaje de mano: arbitraria (no se conoce exactamente su lista completa), intermitente (¿a quién no le ha ocurrido que, lo que no podía pasar de ningún modo en el viaje de ida, es ignorado totalmente en el de vuelta?) e incluso a veces bochornosa (los viajeros son a veces tratados como delincuentes por lo que portan, cuando es mucho más importante su comportamiento). Desde luego, a pesar de todo, conozco gente que no cuestionó nunca tales medidas argumentando que "si las han tomado será porque son necesarias". Tan atentos muchos en bramar en defensa de la libertad si los multan por exceso de velocidad, pero sin rechistar ante tal evidente sacrificio excesivo de la misma en pos de la seguridad.

Pues bien, tras múltiples denuncias, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea suspende la lista de objetos hasta su adecuada publicación. Siete años de opacidad en la que todos hemos pasado por el aro. O el detector de metales, mejor dicho.