La sorprendente lucidez de Blanco

José Blanco, alias Pepiño, secretario de Organización (y por tanto, número dos) del PSOE, no me cae especialmente bien. De hecho, me cae mal la mayor parte del tiempo. Él, como su equivalente en el PP Ángel Acebes, pertenece a esa clase de políticos que hacen el trabajo sucio para sus respectivos jefes, los líderes políticos del momento: atacan al adversario, de su boca salen insultos la mayor parte del tiempo y resultan antipáticos para la mayoría de la ciudadanía, como los que en otros tiempos representaban ese papel político, Alfonso Guerra y Francisco Álvarez Cascos.

Sin embargo, pese a todo lo que acabo de decir (o quizá debido a ello), Pepe Blanco se acaba de descolgar con una propuesta acerca del polémico asunto del voto emigrante, con la que no puedo estar más de acuerdo. Lo cuentan en La Voz de Galicia:

Blanco alude al caso de numerosos municipios gallegos en los que el censo exterior iguala o supera al de los residentes. «Sólo digo lo que todo el mundo piensa y no se atreve a decir: ¿qué puede saber una persona que nunca ha estado en su pueblo de qué se necesita allí o de los perfiles de los candidatos? Es un disparate», añade. (...) Así, aseguró a este periódico que tratará de que su propuesta se plasme en el programa electoral de las generales que defenderá Zapatero. Su idea inicial es que los emigrantes participen sólo en las elecciones generales y elijan entre dos y cinco escaños, repartidos en al menos dos circunscripciones, una para Europa y otra en América. «Así tendrían voz propia en las Cortes, se oirían sus problemas y propuestas, tendrían peso real y no distorsionado», concluye el socialista.

He aquí mis reflexiones:

1) Un ciudadano con nacionalidad española sigue teniéndola aunque viva en el extranjero, por muchos años que lleve fuera, así en mi juicio sigue teniendo derecho a participar en las votaciones encaminadas a elegir el Congreso de los Diputados, es decir, las Elecciones Generales. ¿En qué circunscripción debe ejercer su derecho a voto? Pues evidentemente en la que reside, es decir, en la circunscripción exterior, a través de la cual los diputados elegidos defenderán iniciativas relacionadas con estos ciudadanos y su relación con la metrópoli, de la misma forma que un diputado por Soria realiza intervenciones en el Parlamento que son relacionadas con su provincia. Cuántas y cuáles deberían ser tales circunscripciones y el número de diputados a asignar es algo que se me escapa por falta de datos.

2) A nivel autonómico y, sobre todo, municipal, deben votar aquellos que estén censados en dichos territorios, es decir, los que residen en ellos. Lo que me parece totalmente inaceptable es que si yo, que he vivido en Galicia toda mi vida, si me voy a trabajar a, digamos, Murcia y me empadrono allí, no pueda votar en elecciones municipales y autonómicas en Galicia (por el hecho de que pasaré a hacerlo en mi nueva residencia) y sí lo pueda un emigrante que lleva meses o años en el extranjero. Y no digamos sus nietos que jamás han pisado a nosa terra. A ellos, como a mí, es su deber y su interés pronunciarse mediante el voto sobre los temas que le afectan, estos son, los del lugar donde viven.

3) Me parece que esto que ha dicho el señor Blanco es, como él dice, lo que todo el mundo piensa pero no se atreve a decir, con lo aventurado que es adivinar el pensamiento de los demás. Después del bochornoso espectáculo de las últimas elecciones y la sensación de que gente que no ha vivido ni vivirá jamás en Galicia decidía sobre la suerte de los demás, esta iniciativa no me puede parecer más acertada.

Vistas las diversas reacciones de los suyos y de los otros, junto con el miedo a cambiar cualquier cosa en este país, apostaría porque esta iniciativa se quedará en agua de borrajas. Es de justicia, no obstante, el felicitar por una vez al señor Blanco.